miércoles, 11 de enero de 2012

Relato

CAPITULO I



La oscuridad de la noche caía sobre Ishkaar como una pesada losa de mármol. Una escurridiza figura se movia ágilmente por los rincones de las angostas y polvorientas callejuelas de la pequeña aldea. Los gatos callejeros se apartaban cuidadosamente al paso rápido del joven, profiriendo maullidos y gruñidos de evidente indignación . Las paredes de las pequeñas chozas, semiderruidas, resistían a duras penas el paso del tiempo, mostrando algunas grietas que, si no eran reparadas cuanto antes, podrían causar la destruccíon de la humilde vivienda. Ishkaar hacía tiempo que estaba abandonada, y solo habitaban allí ladrones y gente dedicada al asalto de caravanas durante la época mas fría. Estaba situada en los límites de las tierras de Yag, lindando con los Picos de Oro al norte y el desierto de los tuaregs al sudeste, donde según las leyendas de los ancianos mendigos de la aldea, existía una gruta que contenía tesoros incalculables, aventura de la que nadie volvió para contarlo. Las habladurías populares contaban que los pocos valientes que se aventuraron en tal contienda habían sido secuestrados por los tuaregs y los jinetes salvajes y mas tarde abandonados a su suerte en unas tierras hostiles en las que, moribundos, servirían de alimento a las aves de carroña. Para los escasos habitantes de la aldea ya abandonada, sólo habladurías que servían para asustar a los pocos muchachos que allí moraban.
El joven, de rostro aguileño, pelo largo y rubio oscurecido a causa de la suciedad, vestía ropones de lana deshilachados y un jubón verde turquesa muy nuevo, que por la calidad del mismo, debía haber robado de algunas de las caravanas de ricos mercaderes que cada vez con menos frecuencia pasaban por aquellas tierras. Tras una larga carrera a través de las calles y locales que antaño fueron grandes bazares y mercados, frenó en seco delante de un pequeño habitáculo mohoso a cuyo interior se accedía a través de un pequeño agujero tapado con telas y pieles de animales. Entró con sigilo en la estancia y y se acomodó entre los viejos cojines en una de las esquinas de la misma.
-¿Dónde te habías metido, Bran? Llevo toda la tarde esperando tu llegada - dijo una chica sentada en la esquina opuesta de la habitación.
-Perdóname, Anna, la tarea se ha alargado más de lo previsto y el tiempo se me ha pasado sin darme cuenta- se defendió él.
-No importa, pero espero que no vuelva a suceder. Podría haberte pasado cualquier cosa. ¿Me has traido lo que te he pedido?- preguntó ella con sumo interés, retirándose el cabello del rostro. Bran asintió, e introduciendo la mano entre sus ropajes sacó un pequeño objeto envuelto en una tela de color blanco sucio.
-Me ha sido fácil conseguirlo, pero he tenido de dejar atrás al jefe de caravanas- Bran rió mientras le relataba su reciente aventura de cómo estuvo a punto de acabar entre las manos del camellero.
-Pues recemos para que no nos encuentre- bromeó la joven a su vez.
Anna tenía la misma edad que Bran , de rostro redondeado, ojos verdes y tez morena. Llevaba el pelo de color castaño recogido en una trenza que le alcanzaba la cintura. Vestía una túnica color hueso corta que le llegaba hasta poco más arriba de las rodillas, y llevaba colgado un collar con piezas de metal que se podían poner y quitar, al que añadió la pieza que su amigo le acababa de conseguir: un dragón con las alas extendidas. Los dragones eran temidos y respetados por las gentes de Yag, aunque ya se creían extinguidos.
Anna y Bran vivían de la delincuencia desde que eran niños, un tiempo después de que sus padres fueran apresados por los tuaregs del desierto. Desde aquel día se les dió por muertos, ya que los jinetes salvajes del desierto no solían tener piedad con los rehenes y viandantes, a no ser que les pudieran sacar algo de provecho. Anna procedía de familia humilde y sencilla, que tras un ataque imperial a la aldea de Risshak huyó hasta Ishkaar, donde se estableció hasta el día de la desaparición. Durante aquel forzoso éxodo que los obligó a abandonar su hogar, Anna sólo contaba con la edad de 2 años, por lo que nunca le contó nada a Bran de lo ocurrido, ya que no lo recordaba. Anna también tenía un hermano, que murió a los pocos días de nacer; dadas las condiciones de higiene era algo no muy extraño. En cambio, Bran procedía de una familia acomodada, sustentada por Hanann, el padre de Bran. Éste era uno de los mercaderes más ricos de Vranah, en su época de esplendor. Unos años más tarde se le acusó de uno de los robos más importantes de la capital de Yag por lo que tuvo que huir hacia Ishkaar al igual que la familia de Anna. A partir de ese momento Bran, Anna y sus respectivas familias comenzaron a dedicarse al asalto de caravanas para poder sobrevivir de algún modo.
Bran recuerda la noche del asalto de los jinetes del desierto con horror. Los jinetes arrasaron la aldea y segaron las vidas de muchos hombres que malvivían de la delincuencia. Quemaron casas y mataron al ganado, incendiaron los campos de cultivo y violaron a las mujeres. También se llevaron como rehenes a hombres, mujeres y niños, entre ellos los padres de Bran y Anna. Ellos pudieron esconderse en las antiguas mazmorras, por eso se sienten culpables de lo sucedido al no haber ayudado o defendido a sus padres. Desde aquel momento Bran convive con la soledad cada día, y su única compañía es la de Anna, de la que ha hecho su amiga inseparable.
Una gélida brisa meció suavemente las pieles de la entrada de su escondrijo.
-Este invierno está siendo uno de los más duros desde que mi memoria recuerda. Las caravanas cada vez pasan menos y si esto sigue así, tendremos que abandonar este lugar- Bran sopesó las palabras de Anna, que estaba temblando de frío y su piel se estaba tornando blanco pálido.
-Encontraremos alguna solución, ya lo verás- susurró Bran. Se acercó a Anna y la rodeó con sus brazos, en un intento de transmitirle calor, colocando a su vez una gruesa manta de lana por encima de sus hombros. Bran se mantuvo a su lado hasta que esta cayó en un profundo sueño, luego se acurrucó en la esquina y, tiritando, se quedó dormido.

2 comentarios:

  1. Has empezado rápido con la presnetación de los personajes. Los has ubicado frente al lector en un "plis, plas". Esto es bueno.
    Me parece bien. Esto hace que sea llevadera la historia y que las personas a las que les cuesta leer lo hagan con ganas y sin cansancio. Y metiéndose en los personajes.
    Pronto empezarán a tomar como viejos amigos a Bran y a Anna.
    Sigue así, lo haces muy bien.

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